Cuán bien se siente estar caminando por estas recordadas calles a la luz del mediodía. Ese sonido, tan familiar e inconfundible no deja de hablarme, como si estuvieran tratando de decirme algo. Lamentablemente, su voz se desvanece ante las apasionadas canciones de las hojas.
Sigo caminando. Las piedras no se han movido de su lugar. Siguen adornando el entorno.
Sutilmente y casi desapercibidas, unas tímidas huellas se dejan ver. Las recuerdo.
Sigo caminando y recorriendo aquellos sitios enmarcados en mi memoria. En eso, llego a una pequeña banca roja, deteriorada con el pasar del tiempo. Marcada con nombres de diferentes personas, inmortalizando en ella su presente, para que, en un futuro lejano, puedan recordar ese pasado. Hallándome sentado en ella, una suave brisa se deja acariciar. No era común ni desconocida, pero la ignoré; no obstante, volvió a insistir. Ahora traía con ella un dulce perfume. ¿De dónde venía? Miré a mi alrededor, pero me encontraba solo, sin un ave cantándole al cielo. Entonces, veo un frondoso árbol que parecía llamarme con el bailar de sus ramas. Me dirijo a él y veo unas marcas grabadas en su costado. Solo una fecha se encontraba señalada. La recuerdo. En ese instante comprendí lo que el viento trataba de decirme. Me alejé de ese lugar y partí a donde nacía el viento.
Fue en ese lugar donde se unieron las piezas. Te había encontrado.
1 comment:
De vez en cuando tambien voy a ess lugar :)
saludos
Post a Comment