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He visto la maravillosa expansión de un armonioso cielo estrellado a las mas altas horas de la noche. He visto lo imponente que es el sol en su máxima y cálida sonrisa.
He tenido la oportunidad de volar y ver con claridad el secreto de las nubes; es realmente hermoso.
A lo largo de los años he podido poner atención y comprender los susurros que comparte el viento. ¡Cuán sabios son sus consejos!
Pocas veces me he adentrado en la profunda inmensidad del mar, donde aun las diminutas gotitas que caen en él son oídas y recibidas con agradecimiento. El mar tiene sus misterios y sus secretos. Cada vez que oyes olas rompiendo cerca de la costa, es porque está gritando para dar a conocer su historia y su legado.
Cada vez que recuerdo estos lugares, no puedo evitar referirme a uno de mis favoritos: Los bosques. En ellos descubres nuevos mundos, antiguas realidades. Su sabiduría es infinita. Estando en estos lugares he aprendido a oír realmente. Su mensaje es claro, profundo y sutil. Algunos no lo han percibido por su bajo perfil; otros simplemente no le prestan atención; la realidad es que su sabiduría no es vasta por la cantidad de árboles que la componen, sino por como ellos han sabido traspasar su conocimiento. No gritan, no lo expresan fuertemente, mas bien, lo hacen con majestuosidad y respeto, a través de lo que llamamos silencio. Su sonido es único. ¡Cuánta energía guardan sus flores! ¡Cuánta vida transmiten sus rozas!
Pero todo esto me lleva al lugar mas maravilloso, mas imponente; quien esconde mas secretos y susurra sin palabras; quienes son profundos y silenciosos. Todos estos lugares tienen algo en común, y es lo que los hace especiales. Serán inmensos e interminables, incontables y fuertes, pero todo ello vive dentro de tus ojos. Ellos no mienten. Hablan fuerte y claro y creo, a pesar del tiempo, haber comprendido su mensaje.
Yo siento lo mismo.
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