En esos últimos días he estado meditando ciertos temas. He ido a ciertos lugares donde he procurado obtener respuestas y solo en pocos las he conseguido.
Pensando en estas cosas, recordé que hace un tiempo había una linda pequeña. Ella solía acariciar el mundo. Solía sonreír y animar a quienes pasaban a su alrededor. Solía sacar luz donde ni la esperanza sabía que podía alumbrar. Ella era especial.
Siempre se le veía paseando por aquel lugar, a la misma hora.
Unos sucesos marcaron su vida positivamente, pero por ellos, ella tuvo que dejar su santuario. Aquél notó su ausencia, ya no estaba su luz, ni su calidez, ni su pureza.
Después de casi dos días de nubosidad, las flores volvieron a cantar. Había un aroma diferente en el aire.
Marcaban las 18.00 horas y la luz del sol no coincidía al ocaso que se divisaba.
Mi ocaso se tornó un amanecer. Mientras mas oscuridad veía a mi alrededor, mas luz irradiaba desde el sur.
El ocaso cerró sus ojos, mas este lugar seguía al mediodía.
No todos pueden acariciar esa cariñosa brisa, pero los que lo han hecho, tal como yo lo hago en este momento, se darán cuenta de lo sensibles y sutiles que son sus caminos.
Los he visto, los he transitado y los sigo disfrutando junto a mi luz.
Los días han pasado y se vuelven cada vez mas hermosos. Son difíciles de alcanzar, pero lo que tengo frente a mis ojos y estos tiernos brazos que me cobijan, hacen que todo el tiempo que pasé buscando la forma de llegar a ellos, haya valido la pena.
Después de tanto, ahora puedo respirar aire puro, pues he encontrado mi mayor tesoro, he encontrado mi lugar.
Te he encontrado, mi Paz.
4 meses
2 months ago
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